Mensaje
del Santo Padre a la Familia Camiliana
1.
El gozo que acompaña a la
celebración del Gran Jubileo de la Encarnación adquiere una tonalidad
especial para la Familia Camiliana, que se prepara a recordar los 450 años
del nacimiento de San Camilo de Lelis, nacido el 25 de mayo de 1550 en
Bucchianico. Me uno de buen grado a la acción de gracias de esta Orden
por él fundada, así como a la de las Congregaciones de las Ministras
de los Enfermos de San Camilo y de las Hijas de San Camilo, a la de los
Institutos seculares de las Misioneras de los Enfermos Cristo Esperanza,
Kamillianische Schwestern y Familia Camiliana Laica, que han ido
apareciendo y tienen su origen en el carisma y la espiritualidad del
gran Santo de los Abruzos. La
fecha adquiere un relieve especial en el mundo de la salud y del
sufrimiento, no sólo por la generosa entrega de los hijos de San Camilo
en favor de los enfermos, sino especialmente porque vuestro Fundador fue
proclamado Patrón de los enfermos y de los hospitales en 1886 por el
Papa León XIII, del personal sanitario en 1930 por Pío XI y de la
sanidad militar italiana en 1974 por Pablo VI. La
coincidencia de esa celebración con el Año el Jubileo adquiere además
un significado muy peculiar si tenemos en cuenta que el itinerario
humano y espiritual de San Camilo se insertó en el contexto de
grandes celebraciones jubilares, que despertaron en él un deseo
profundo de conversión y generosos propósitos de servir a Cristo en
los hermanos enfermos. Efectivamente, nacido durante el Año Santo de
1550, se convirtió en 1575, y durante el Jubileo del 1600 perfeccionó
las orientaciones para la actuación del carisma de la caridad
misericordiosa hacia los enfermos. Estas coincidencias constituyen para
esta Orden y para las Familias religiosas unidas a ella una invitación
especial para acoger las gracias del Gran Jubileo y del aniversario del
nacimiento del Fundador como ocasión de fidelidad renovada al Señor y
al carisma camiliano. 2.
San Camilo de Lelis vive en un período especialmente complejo en el que
prevalecen anhelos profundos de santidad, pero también resistencias
tenaces a una vida evangélicamente inspirada. Con su rica personalidad
y su testimonio de caridad ofrece a la sociedad de su tiempo preciosos
estímulos de renovación espiritual, contribuyendo de manera original
al proyecto de reforma de la Iglesia promovido por el Concilio de
Trento. Su vida, bajo el influjo del Espíritu, aparece como un relato
maravilloso del amor de Dios creador y redentor, que manifiesta de
manera especial su ternura misericordiosa de médico de las almas y
de los cuerpos. Su
obra al servicio de los que sufren se presenta como una auténtica escuela,
de la que el papa Benedicto XIV reconocería su novedad en el
servicio hecho con amor y competencia, es decir, conjugando los
conocimientos científicos y técnicos con gestos y actitudes cargados
de una humanidad atenta y participativa que tiene sus raíces en el
Evangelio. En las Disposiciones y modos que deben seguirse en los
hospitales para servir a los pobres enfermos, redactadas por él en
1584, ofrece intuiciones e indicaciones que serán copiadas en gran
parte por las ciencias de enfermería de nuestro tiempo. Defiende la
importancia de considerar con atención y respeto todas las dimensiones
del enfermo, desde la física a la emotiva, de la social a la
espiritual. Invita en un conocido texto de las Reglas a pedir al Señor
la gracia "de un afecto materno hacia su prójimo", de modo
que "se le pueda servir con toda caridad tanto en el alma como en
el cuerpo. Porque con la gracia de Dios deseamos servir a los enfermos
con el afecto que una madre cariñosa suele manifestar a su único hijo
enfermo". San
Camilo, por otra parte, enseña con su ejemplo especialmente a hacer del
servicio a los enfermos una experiencia intensa de Dios, que lleva a
buscar constantemente al Señor en la oración y los sacramentos. Su
vida parece calcar el gesto de la mujer a la que se refiere el evangelio
de San Juan (cfr. 12,3). También él riega los pies de Jesús, presente
en los que sufren, con el ungüento precioso de la caridad
misericordiosa, inundando a toda la Iglesia y a la sociedad con el
perfume de su ardor apostólico y de su espiritualidad. Su testimonio es todavía hoy una llamada a amar a Cristo, presente en
los hermanos que soportan la pesada carga de la enfermedad. 3.
A lo largo de los siglos, esa llamada, acogida por tantas almas
generosas, ha manifestado ampliamente la fecundidad del carisma de San
Camilo de Lelis. De ese modo, la Orden, realizando los anhelos de amor
sin límites de su santo Fundador, ha extendido sus ramas por los cinco
Continentes y se ha difundido en estos últimos cincuenta años en otros
veinte países, casi todos en vías de desarrollo. Recientemente,
obedeciendo al deseo del Sucesor de San Pedro, ha hecho brillar la cruz
de San Camilo en Armenia y en Georgia, proclamando el Evangelio de la
caridad hacia los enfermos entre esos pueblos durante tantos años
oprimidos por regímenes contrarios a la religión cristiana. ¿Y
qué decir de quienes, tras abrazar los ideales y el modelo de la vida
de San Camilo, han alcanzado las cimas de la santidad? En esta
circunstancia deseo recordar de manera especial a los miembros elegidos
de la gran Familia Camiliana que yo mismo he tenido el gozo de elevar al
honor de los altares: Enrique Rebuschini, religioso de esta Orden;
Giuseppina Vannini, Fundadora de las Hijas de San Camilo, y Maria
Domenica Barbantini, Fundadora de las Ministras de los Enfermos de San
Camilo. No
puedo olvidar aquí a los religiosos camilos que a los largo de los
siglos que "han sacrificado su vida en el servicio de las víctimas
de enfermedades contagiosas, desmostrando que la entrega hasta el heroísmo
pertenece a la índole profética de la vida consagrada" (Vita
consecrata, 83). ¿Cómo no ver en este florecimiento de santidad
una confirmación de la validez del carisma camiliano como camino hacia
la perfección de la caridad? 4.
La celebración del 450 aniversario del nacimiento de San Camilo
constituye para sus Hijos una importante invitación a afrontar con
fidelidad y creatividad los desafíos del mundo contemporáneo y a
manifestar con empeño renovado la actualidad de sus enseñanzas y de su
carisma. Al
comienzo del tercer milenio cristiano, los Camilos están llamados, de
manera especial, a testimoniar fielmente a Cristo, divino Samaritano,
con una vida santa y fervorosa, apoyada en una oración constante y en
una experiencia gozosa de la misericordia divina. De este modo
contribuirán a ayudar a la comunidad eclesial a ir en busca del rostro
del Señor crucificado en toda persona que sufre. Por
consiguiente, será necesario cultivar una sólida espiritualidad para
superar los fáciles riesgos de un pragmatismo sin alma, sin tener en
cuenta la verdad fundamental que afirma que la salvación de quien sufre
y muere es obra de la gracia de Dios. A ejemplo del santo Fundador, todo
camilo debe ser verdadero contemplativo
en la acción, conjugando constantemente consagración y misión. 5.
Esta opción hará que la Orden sea capaz de infundir en sus estructuras
sanitarias una intensa inspiración evangélica, hoy especialmente
necesaria en el mundo de la sanidad y de la salud, asediado por enormes
conflictos éticos, provocados por un inquietante distanciamiento de la
ciencia y la tecnología en relación con el auténtico respeto de los
derechos de la persona humana en las diversas fases de su desarrollo. Los
Religiosos Camilos están llamados a actuar con entrega generosa en esos
difíciles contextos, para que en las instituciones sanitarias los
enfermos sean considerados cada vez más como "los señores y dueños",
según la feliz expresión de San Camilo. Asimismo, pondrán especial
empeño en que el enfermo sea consciente de que puede ser sujeto activo
de evangelización mediante el ofrecimiento de su sufrimiento en comunión
con Cristo crucificado y glorificado (cfr. Christifideles laici,
52-53; Vita consecrata, 83). Su
atención debe dirigirse también a la promoción de una cultura
respetuosa con los derechos y la dignidad de la persona humana a través
de los Institutos académicos, especialmente del Camillianum, de
los Centros de pastoral y de las estructuras sanitarias presentes en
diversas naciones. 6.
Los hijos de San Camilo saben que están llamados a "otorgar un
lugar privilegiado en sus decisiones a los enfermos más pobres y
abandonados, así como a los ancianos, incapacitados, marginados,
enfermos terminales y las víctimas de la droga y de las nuevas
enfermedades contagiosas" (Vita consecrata, 83). La decisión
de estar al lado de los pobres, promoviendo la salud comunitaria y
testimoniando el amor de la Iglesia hacia los últimos, es especialmente
urgente en los países en vías de desarrollo, donde la situación de
indigencia agrava las condiciones de salud de la población, lo que
favorece la difusión de nuevas enfermedades sociales, especialmente las
drogodependencias y el sida, expresiones de degradación moral de la
civilización y de las injusticias sociales, causa de numerosos
problemas humanos y éticos. Conozco
el notable empeño del Instituto en la asistencia a las víctimas de
estas enfermedades y en la correspondiente obra de formación
y de prevención. Al tiempo que me siento complacido por los
notables resultados alcanzados, especialmente en los últimos años,
auguro que los hijos de San Camilo sientan cada vez más profundamente
esas dramáticas situaciones y se dediquen a ellas de manera generosa,
competente y sistemática. 7.
También en vuestro Instituto se ha abierto recientemente un capítulo
cargado de esperanza cuando un nutrido grupo de laicos y laicas han
decidido vivir su vida cristiana a la luz del carisma y de la
espiritualidad camilianos. Al expresarles mi estímulo por esas
prometedoras colaboraciones, confío en que el empeño de formación y
de participación en la vida de la Orden puedan "llevar a descubrir
inesperadas y fecundas implicaciones de algunos aspectos del carisma,
suscitando una interpretación más espiritual e impulsando a encontrar
válidas indicaciones para nuevos dinamismos apostólicos" (Vita
consecrata, 55). A
la Familia Camiliana Laica, nuevo fruto del gran árbol nacido de
la fe y del amor del Santo de Bucchianico, dirijo mi saludo especial y
la invitación a profundizar en su adhesión a Cristo a través de la práctica
de un servicio generoso hacia los enfermos, especialmente los más
pobres. Formulo
cordialmente a toda la Orden mi deseo de que vivan el 450 aniversario
del nacimiento de San Camilo en el gozo y el compromiso apostólico, y
al tiempo que confío a la Virgen Inmaculada, Reina de los Ministros
de los Enfermos y Salud de los enfermos, las esperanzas y los
proyectos, confío en que, como para el Fundador, sea para todos los
Camilos el Año Jubilar una ocasión de fervor, santidad y gracia. Con
estos deseos imparto con afecto mi Bendición Apostólica a usted,
querido Padre, a los Religiosos hermanos suyos y a cuantos componen la
gran Familia Camiliana, así como a todos los que alcanzan su servicio
caritativo y competente. IOANNES
PAULUS II |